
Aunque la necesidad de representar el mundo natural que nos rodea ha existido desde el comienzo de la historia de la humanidad, como lo reflejan las pinturas rupestres o los códices prehispánicos y coloniales, la ilustración científica surge como una manera objetiva de representar, con todo detalle, el cuerpo humano y la naturaleza. El inicio formal de esta disciplina se da en Europa en el siglo XVIII, después de la revolución científica, como resultado de la nueva ola de información generada por las ciencias, facilitando también el orden en aquel caos de conocimiento.
Una ilustración científica no sólo es una imagen estéticamente agradable; es también una imagen que aporta valiosa información sobre el tema en cuestión. Por ejemplo, la ilustración botánica puede representar conceptos complejos con mucha más claridad y eficacia que un texto sobre el mismo tema.
Hoy, en plena era digital, este tipo de ilustración se resiste a abandonar su lugar y sigue siendo una actividad valorada y una excelente herramienta de divulgación y educación científica. Revisando el tema más a detalle, actualmente podríamos hablar de ilustración científica e ilustración naturalista; la primera plasma conceptos científicos con gran rigor y su fin es la comunicación y la divulgación científica, mientras que la ilustración naturalista se puede tomar leves licencias y su fin es mostrar la belleza del mundo natural. En todo caso, el límite es muy sutil y ambas son una mezcla entre arte y ciencia, y en ambas interviene una fascinación por la naturaleza.
En Opuntia: biodiversidad alimentaria hacemos un homenaje a la ilustración botánica y naturalista y, a través de creaciones propias que fusionan ciencia y arte, te conectamos con la biodiversidad alimentaria de México.